Jamás se te ocurrió hacerme el amor con la mente,
ni trazar en mi brazo frases con el índice.
Tampoco pensaste que quizás estaba ansiosa por salir de aquí,
o por leer tu último relato o ensayo del fin del mundo.
Supongo que no eras consciente de todo el ruido en mi cabeza,
ni de las ganas que tenia de soldarnos.
Y aún así te echo tanto de menos
que no puedo dejar de cerrar los puños
cada vez que me preguntan por ti,
o por (nos)otros.
Empiezo a echar de menos
a ti sobre el colchón,
a tus ojeras de trasnochador,
al sofá de palets,
el café con leche en la plaza,
y supongo, también,
a tu peculiar manera
de querer(me).
No hay comentarios:
Publicar un comentario